Hace tiempo, Edgar, un amigo, me hizo reflexionar en que los desmadrosos de hoy fuimos los que se portaban bien antes. Muchos de nosotros sufrimos el abuso de otros compañeros sobre nosotros (el famoso "bullying"), siendo retraídos, y bastante tímidos e inseguros, pues eramos el hazmerreir del salón, o, en su caso, eramos los ejemplos que los maestros ponían cuando se trataba de buena conducta, provocando la ira de las lacras del salón.
Puedo decir que mi vida escolar fue siempre estar huyendo de este tipo de gente; tenia una atracción magnética para ellos. Si, sufrí algo, pero no todo fue sufrimiento. Digamos que mi cerebro sirvió en algunas ocasiones para salvar el pellejo, y, en otras ocasiones, ganar algo de dinero.
Esto viene a colación porque, hace días me pareció reconocer a un compañero que era bastante abusivo conmigo. Ahora estaba totalmente cambiado: llevaba a un par de niños consigo, al parecer sus hijos. Nada quedó de aquel puberto lleno de barros que me acosaba y molestaba en la secundaria. Ahora era un "respetable" padre de familia, conviviendo con sus vástagos. El tipo en cuestión me miró por un momento. En sus ojos se veía una frustración y una amargura tremenda, la cual no había antes; se notaba a leguas que deseaba que su vida fuera diferente a la que tenía. Si en la secundaria fue mi azote, ahora que lo vi, sentí mucha lástima por el, pues yo estaba haciendo lo que quería de mi vida, y el ya tenia que ver por dos niños, que no tienen la culpa de las acciones de sus progenitores, y que, inevitablemente, sufren sus consecuencias.
¡Que vueltas da la vida!
Puedo decir que mi vida escolar fue siempre estar huyendo de este tipo de gente; tenia una atracción magnética para ellos. Si, sufrí algo, pero no todo fue sufrimiento. Digamos que mi cerebro sirvió en algunas ocasiones para salvar el pellejo, y, en otras ocasiones, ganar algo de dinero.
Esto viene a colación porque, hace días me pareció reconocer a un compañero que era bastante abusivo conmigo. Ahora estaba totalmente cambiado: llevaba a un par de niños consigo, al parecer sus hijos. Nada quedó de aquel puberto lleno de barros que me acosaba y molestaba en la secundaria. Ahora era un "respetable" padre de familia, conviviendo con sus vástagos. El tipo en cuestión me miró por un momento. En sus ojos se veía una frustración y una amargura tremenda, la cual no había antes; se notaba a leguas que deseaba que su vida fuera diferente a la que tenía. Si en la secundaria fue mi azote, ahora que lo vi, sentí mucha lástima por el, pues yo estaba haciendo lo que quería de mi vida, y el ya tenia que ver por dos niños, que no tienen la culpa de las acciones de sus progenitores, y que, inevitablemente, sufren sus consecuencias.
¡Que vueltas da la vida!
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